jueves, 11 de octubre de 2012

¿Jugamos?

   
         El aire se arremolinaba impaciente entre ella y yo. Todo lo demás sobraba, quedaba distante. Su cabeza agachada auguraba la tormenta que se avecinaba. Noté levemente como mi cuerpo se inclinaba hacia el ojo del huracán, mientras mi corazón palpitaba cada vez mas fuerte.
Ahora si que estaba seguro, nada podría detener la llamada de la naturaleza: "Acércate, sienteme" decía, pero yo reconocía esa voz. No era la oportunidad ni el cambio, ni la fuerza de la espontaneidad. No era la casualidad, no era el miedo a lo desconocido. La voz salia de sus labios color café y se extendía melodiosamente por mi pieza hasta llegar a mis oídos.
Aunque estaba seguro de lo que no debía hacer, mis manos se acercaron hasta su cintura y mis dedos comenzaron el baile con su piel. Y fue entonces cuando mi voluntad cayó como caen las hojas de los árboles en Otoño. Todo lo que el verano se había llevado llegó a mi en un segundo cuando alzó la mirada. La luz de sus ojos me provocó un escalofrío que cabalgó entre mis vellos abrasando todo a su paso. No podía soportarlo... Su mirada penetró tan dentro de mi, que todo se calmó. El silencio se hizo. La calma precedía a la tempestad y ambos lo sabíamos. "Hazlo, Bésala" me decía a mi mismo. "Ya lo has hecho ant...", y antes de que fuera consciente de lo que estaba haciendo mis labios se unieron a los suyos.
De nuevo comenzó a llover. Caricias y besos, gota a gota. Mis dedos comenzaron a deslizarse bajando lentamente. Mis brazos se tensaron dejándola ahora pegada a mi. La fuerza que había perdido por la falta de sueño volvió a mi en tan solo un segundo y se apoderó de ella, apretando su cuerpo fuertemente contra el mio. Sus pequeñas manos surcaron mis brazos siguiendo la corriente que llevaba a mis hombros.
Hacia tantos años que no sentía la lluvia sobre mi, que había olvidado lo cómodo que me siento bajo ella. Ahora sabíamos que nada podía pararnos. Ahora era mía y lo sabia. La manera en que la agarraba, demostraba dominación y eso la excitaba. Parecía que llevaba el control, que era el director de la orquesta. Pero era ella, y no yo, quien llevaba la batuta. Me dejaba guiar mientras disfrutaba danzando alrededor de su cuello al son de su dulce perfume.
Sus manos ahora llegaban hasta mi nuca y sus uñas perfectamente coloreadas se perdían entre mi pelo. El verano ahora nos envolvía por completo y el otoño amenazaba desde el otro lado del cristal de la ventana. De repente nos separamos para volvernos a mirar. "No podemos seguir haciendo esto" decía ella, "Tienes razón, dejemoslo ahora" decía yo. Y acto seguido nos volvíamos a besar apasionadamente. "Nos estamos portando mal, nena" decía entre beso y beso mientras sonreía, "cállate ya" contestaba ella entre dientes. La situación me hacia enloquecer, pero no podía dejar de sonreír y susurrarle. Con cada palabra que sugería ella mas perdía el control.
Desde detrás de la puerta pasamos al sofá con una media vuelta y caímos sobre él demostrando una habilidad innata para no dejar de besarnos. Una vez allí, mi cuello parecía atraerla. Todo la decencia que habíamos demostrado ante los demás se alejaba con cada beso. Provocó el rayo que rompió la noche, demostrando al hombre primitivo el poder del fuego. Y fue gracias a ese fuego como aprendí a aplacar a la fiera.
 Mis dedos descendiendian lentamente cerca de su ombligo y se aventuraban aun mas lejos de sus caderas. "Te odio" susurraba ella cerca de mi oído mientras su espalda se arqueaba de placer.
Esto se había convertido en nuestro juego favorito. La persecución cercana, la emoción de la caza. A veces presa, otras cazador. El papel a desempeñar no importaba cuando llegábamos a este punto. Pero seguíamos jugando a "buscarnos y evitarnos". Hoy me tocaba a mi ser el cazador y a ella, su papel favorito, la presa. Evitaba mis caricias y mis besos, pero yo no flaqueaba. Mi instinto de cazador me guiaba hacia ti.
Mi siniestra se deslizó desde su cintura recorriendo su espalda y ahora acompañaba el movimiento que provocaba la diestra sobre ella. "Te odio" repetía una y otra vez alzando la voz cuanto mas se excitaba. "¡Baja la voz! ¡Que nos van a oir!" susurraba mientras no paraba de reírme. Yo disfrutaba con ella y ella de mi.
La victima estaba cada vez mas cerca y, aunque era hábil, no tenía intención de dejarla escapar. Fué entonces cuando la pasión se apoderó de mi. El cazador se abalanzó sobre la presa.
Como si fuera un pequeño animalillo la levanté con fuerza. Ambos sabíamos cual era el siguiente paso. Todo estaba mojado por la lluvia y el monstruo tenia sus zarpas sobre la presa. Sin mediar palabra me quitó la camiseta y comenzó a besar mi pecho. Sentía como si de repente, la caza se volviera contra el cazador. Los cazadores serán cazados, ya lo había oído antes...
Nos dejamos llevar durante incontables minutos dando rienda suelta a los placeres del querer y el poder. Caminamos sobre la inconsciencia y abrazamos la osadía. Violamos el silencio de la noche. Nos burlamos del pasado y del futuro mientras disfrutábamos el uno del otro. Y aunque no era la primera vez, se convirtió en la primera de varias. Un coto de caza privado donde dar rienda suelta a la imaginación. Donde jugar con las curvas de los caminos y esconderse de la lluvia deseando mojarse.


¡Que llueva!

2 comentarios:

  1. Javi, me sorprendes cada días más, no tanto en el contenido como en tu forma de transmitirlo, la pasión que pones cuando escribes, es un gusto leerte!

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  2. El gusto es mio al ver que hay gente como tu que se toma la molestia de leer mis textos y comentarme! Gracias, me das ánimos para seguir escribiendo. :D

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